La crítica

Artículo periodístico firmado que utiliza la modalidad del discurso expositivo-argumentativo dentro del archigénero didáctico para expresar un juicio razonado de valor sobre cualquier producción en el terreno del arte, el deporte y la cultura.

Por ello puede hacer:
Crítica literaria
Crítica teatral
Crítica cinematográfica
Crítica artística
Crítica televisiva
Crítica musical
Crítica taurina
Crítica deportiva

De forma natural el hombre busca comunicar sus pensamientos e influir en los demás con su opinión para lograr cambios en la familia, la sociedad, el trabajo o la escuela, sin embargo, corremos el riesgo de sujetarnos únicamente a nuestro particular punto de vista e intereses, sin atender a las necesidades o propósitos que tienen los demás

Son ampliamente reconocidos, tanto la reticencia a otorgar valor a la labor escritural de los periodistas como los ataques a las vulgarizaciones en las que incurren los diarios cuando se trata de escribir sobre el arte. Y más aún si hablamos del arte literario. Desde la Ilustración razones de privilegio atribuidas a lo «letrado» hicieron que se limite la búsqueda del estilo a los poetas e intelectuales. La labor periodística, los ensayos y notas culturales publicadas en diarios y revistas prestigiosas por grandes escritores, los trabajos de Poe, Chesterton, García Márquez o Borges bastarían para desmentir el preconcepto, pero sin embargo, éste subsiste y lo que es peor, pervive una mirada de desconfianza hacia todo lo que se aparte de ciertas reglas canónicas del periodismo tradicional.

Hacer una crítica constructiva para ayudar a los demás es una actitud madura, responsable y llena de respeto por nuestros semejantes.

El valor de la crítica constructiva se fundamenta en el propósito de lograr un cambio favorable que beneficie a todas y cada una de las personas involucradas en circunstancias o ambientes determinados, con actitud de respeto y sentido de colaboración.

A través de la crítica constructiva se desarrollan otros valores: lealtad, honestidad, sencillez, respeto, amistad… Con esta referencia sería absurdo cerrar nuestro entendimiento y pasar por alto la importancia de vivir este valor, pues nadie puede jactarse de tener un buen juicio crítico, si no ha logrado establecer un equilibrio entre la manera como acepta las críticas y la forma e intención con que las expresa.

Cada vez que una persona desea expresar su opinión o inconformidad con rectitud de intención, tiene que aclarar que es “una crítica constructiva”, para evitar malos entendidos y lograr una mejor disposición de su interlocutor. A veces somos tan susceptibles, que sin la aclaración pertinente nos sentimos agredidos. Si fuésemos más sencillos y maduros, encontraríamos en cada crítica –positiva o negativa- una oportunidad para cambiar y mejorar nuestra forma de vida. En realidad, aún de las críticas más acres deberíamos tener la serenidad, paciencia y madurez para obtener lo mejor de ella, aún si hiere nuestro amor propio.

Ahora bien, es muy común que nuestra tendencia a criticar se propague sin ton ni son y convertimos a la crítica en una forma de oposición y rechazo a todo aquello que no nos gusta; observamos y manifestamos inconformidad casi de todo: el modo de vestir, las opiniones, la forma de gobierno, las normas de vialidad, la conducta del vecino… y muy pocas veces, hacemos un juicio objetivo y valiente sobre nuestro comportamiento y modo de pensar.

Lo primero será reconocer que frecuentemente hablamos sin fundamento, nos quedamos con unas cuantas palabras del noticiero o del diario, cotejando nuestra pobre información con los comentarios que escuchamos en la oficina o con los amigos, hacemos conjeturas y emprendemos el vuelo aprobando o desaprobando todo tema de actualidad: iniciativas de ley, la política económica, los eventos sociales, sucesos de carácter internacional y hasta las nuevas disposiciones en materia de educación o de salud… ¡Con qué facilidad no erigimos en autoridades competentes!

 

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